/cdn.vox-cdn.com/uploads/chorus_image/image/2051333/20120416_mje_ac6_388.0.jpg)
Ciertamente, en el partido que nos ha de enfrentrar a Orlando, todos nosotros nos fijaremos en si Kevin Martin continúa su línea ascendente en cuanto a protagonismo en ataque se refiere (y rol de jugador franquicia de los Rockets), nos fijaremos en si Jeremy Lin logra por fin poner rumbo fijo hacia el rol que todos le presuponen en los Rockets para este año y posteriores temporadas (jugador franquicia de los Rockets), y también lo haremos para comprobar si Omer Asik no solo puede tener una clara presencia en defensa, sino también ataque. Al igual que lo haremos para comprobar como el resto de jugadores se terminar de conjuntar, ahora que a temporada está tan cercana a su inicio.
Pero yo no puedo evitar tener grata nostalgia cada vez que los Magic se cruzan en nuestro camino, por muchos años que hayan pasado de aquel increible 1995. Para mí, como para el resto de fans de los Rockets, fue una temporada sin parangón, muy especial y realmente mágica por como se vivió ese año y por el rival que nos terminó abriendo las puertas a la gloria de la NBA.
Y es que los Magic y también Clyde Drexler fueron el epítome de aquella temporada para el recuerdo, que para mí, fue incluso más especial que la temporada anterior, por mucho que en el primer título de una franquicia siempre es el más especial de todos (y si se gana en el séptimo partido de las finales y en casa, mejor que mejor).
Pero los motivos personales imperan en la afirmación anterior, porque un fan incondicional de Clyde Drexler, como lo he sido yo desde niño, tiñe de un color especial la temporada 1994/95, que no lo tiene ninguna otra. Una temporada en la que por fin llegué a ver a mi ídolo de juventud coronarse como campeón de la NBA, tras haberle visto perder las finales de 1990 frente a los "chicos malos" de Detroit, y las finales de 1992 frente a unos Bulls que ya empezaban a tomar velocidad de crucero en su vuelo hegemónico en la liga, para esa década de los 90.
Pero frente a Orlando, con la camiseta de los Rockets (que no con la de los TrailBlazers), llegó el ansiando anillo para mi querido Drexler. Y con ello, mi vinculación definitiva con Houston y el equipo con el que pude disfrutar del momento más especial que he podido vivir como aficionado a la NBA.
Por todo ello, enfrentar a Orlando me evoca mucho más que un mero partido más en el calendario, sino que para mí (como para muchos fans más) es un partido especial.
Para el recuerdo, un año en el que, tras las 58 victorias de 1994 con en segundo mejor registro de la NBA, pasamos a vencer tan solo 47 partidos con lo que accedimos a los playoffs en el secto puesto del Oeste. Tan solo Portland y Denver lograron menos victorias que nosotros, de cuantos equipos llegaban en el Oeste a la postemporada.
Para el recuerdo un año en el que un movimiento magistral de los Rockets el 14 de febrero de 1995, cambió la historia de aquella temporada y la historia de "The Glide". La llegada de Clyde Drexler permitió a los Rockets ganar su segundo anillo de su historia y a Olajuwon encumbrarse en el olimpo de la NBA al dejar muy clara su superioridad frente a otros dos centers de los más grandes de la historia, como fueron el caso de David Robinson en la final de Oeste (Olajuwon promedió 35.3 puntos por partido y un promedio de acierto de .560 en tiros de campo) y a Shaquille O´Neal en la gran final, en donde arrasamos a Orlando por 4-0, logrando su segundo MVP de las finales. En aquellos playoffs y con la desventaja de campo en todas las series derrotamos a Utah con cinco encuentros, a Phoenix en siete, a San Antonio en seis y a Orlando en cuatro, logrando Olajuwon promediar 33 puntos, 10.3 rebotes, 2.81 tapones, con un porcentaje de acierto de .531 en tiros de campo, en otra demostración más de que "The Dream" será para siempre "The Dream".
Para el recuerdo un año, en donde los triples de Kenny Smith en el primer partido de las finales (forzando la prórroga que cambió el sino de aquellas finales), y el triple de Mario Ellie frente a los Suns (el beso de la muerte que sentenció aquel séptimo partido de las semifinales de Conferencia), marcaron una decisiva impronta en la forja de nuestro segundo anillo.
Por eso, cuando mi vista se cruza con Orlando en el calendario de los Rockets no puedo evitar hacer un pequeño suspiro al tiempo que una sonrisa se esboza en mi rostro.
Luego, cuando comience el partido, me fijaré en si Kevin Martin continúa su línea ascendente en cuanto a protagonismo en ataque se, me fijaré en si Jeremy Lin logra…
Hasta muy pronto desde España.